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Historia 1

"En el miedo también hay coraje": Ismael Castellanos, el hombre de letras que desafía la corrupción

Historia 1
En el miedo también hay coraje": Ismael Castellanos, el hombre de letras que desafía la corrupción
Esta historia hace parte de #25HistoriasDeEsperanza de Transparencia por Colombia. Esperanza de cambio en contra de la corrupción.

Is-ma-el, dos golpes cortos en el paladar y un seseo. Campesino dicharachero. Líder. Poeta, cuentero, nostálgico, vallenatero, la voz de sus destierros. El hombre de la palabra directa, pausada, filosa, certera. El que ha enfrentado a cientos. Ismael Rodrigo Castellanos Guevara, el hombre que supo a muy temprana edad que su vida la entregaría a la lucha social, a la denuncia, a su pueblo. Lo definen como el hombre sin miedo. “Si él no le tiene miedo a la muerte, ¿entonces a qué le teme?”. 

Hijo de Edison Castellanos Argel y Berta Georgina Guevara Pineda, nació el 25 de abril de 1963. Is-ma-el, el tercero de nueve hermanos: Emilio José, Ligia Leonor, Sonia Elvira, Pedro Manuel, Eneida Judith, María Elena, Juan Jacobo y Julia Rosa. Para sus hermanos, él es el más rebelde de todos. El más loco. “Mi mamá nunca estuvo de acuerdo con su liderazgo. Siempre le dijo: ¡pero a tí qué te importa!, deja el mundo correr. Haz tú vida y no te metas donde no te llaman”, recuerda Eneida Judith. Su madre nunca estuvo conforme con que su hijo denunciara las cosas que no se hacían bien en el pueblo. La zancadilla. La trampa. La corrupción. 

Ismael creció al borde del río Sinú, en la vereda Los Morales del municipio de Tierralta, en el sur de Córdoba, un pueblo polvoriento que suma muertos en cada esquina. El 25 de mayo de 1998 recibió su primera amenaza de muerte. Los paramilitares lo obligaron a dejar a su familia y a sus estudiantes. Dictaba clases en la Institución Educativa Los Morales y, dentro de sus métodos de enseñanza, se valía del chiste y la chanza. Tenía un programa humorístico que se llamaba Dicho por lo derecho. A través de la sátira, Ismael ponía sobre la palestra los horrores de la guerra, exponía al político tramposo. Echó a muchos al agua. Entonces le pidieron que se callara. 

En pocas horas tomó la poca ropa que tenía y salió rumbo a Bogotá.

De esos primeros meses, Ismael recuerda que entraba y salía de las casas de sus primas, madrugaba a buscar trabajo y un cuarto en una pensión. Una odisea que le robó diez años de su vida y lo arrojó a escribir los poemas más tristes y descarnados, a llorar en silencio y descargar en el cuento sus mayores lamentos. 

“Siempre recuerdo con nostalgia ese pedazo de camino largo y recto, interrumpido por la corriente de aguas prietas, que buscaban con desespero el vertimiento final de su caudal (…) Yo apenas poseía mis manos y un poco de esperanza para hacerle frente a un mundo de necesidades insatisfechas, pero también tenía un poco de cerebro para cuestionar las actuaciones torpes y mezquinas, tanto de la delincuencia organizada, como de quienes por mucho tiempo ostentaban el poder”, escribió por esos días. Poeta y nostálgico. 

En pocas horas tomó la poca ropa que tenía y salió rumbo a Bogotá.

De esos primeros meses, Ismael recuerda que entraba y salía de las casas de sus primas, madrugaba a buscar trabajo y un cuarto en una pensión. Una odisea que le robó diez años de su vida y lo arrojó a escribir los poemas más tristes y descarnados, a llorar en silencio y descargar en el cuento sus mayores lamentos. 

“Siempre recuerdo con nostalgia ese pedazo de camino largo y recto, interrumpido por la corriente de aguas prietas, que buscaban con desespero el vertimiento final de su caudal (…) Yo apenas poseía mis manos y un poco de esperanza para hacerle frente a un mundo de necesidades insatisfechas, pero también tenía un poco de cerebro para cuestionar las actuaciones torpes y mezquinas, tanto de la delincuencia organizada, como de quienes por mucho tiempo ostentaban el poder”, escribió por esos días. Poeta y nostálgico. 

En 2008 regresó a su tierra, pero trece años después reaparecieron las intimidaciones y de nuevo tuvo que salir huyendo. A principios de 2021, lo amenazaron de muerte porque denunció a través de una radio comunitaria de Montería que miembros de grupos paramilitares estaban desarrollando actividades de pesca ilegal sobre el río Sinú. Según dijo a los cuatro vientos, esos hombres sacaban los peces del agua a punta de dinamita. 

“A nosotros ya nos habían dicho qué el que se atreviera a denunciar, era un hombre muerto”. Le dieron veinticuatro horas para salir de Los Morales sin mirar atrás, y, para su fortuna, o desgracia, encontró refugio en Tierralta. Por esos días la gente andaba presa en su casa por temor a contagiarse de covid-19, mientras grupos paramilitares como el Clan del Golfo —hoy autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia— se aprovechaban de la soledad y el silencio que inundaban las calles y el campo y que acompañaban al río Sinú.

Parte de la amargura de su desarraigo la narró en el cuento Retrato triste de un amenazado: “Me tocó echar cuatro chiros en un costal y, con el llanto restringido, despedirme de los míos. Veinticuatro horas de plazo no son suficientes para organizar la casa y la familia (…) en esta tierrita sufrida, en donde ya nadie se aterra ante los aguaceros de sangre, ni ante las parvadas de goleros que engullen los cadáveres, ni ante los flotantes cuerpos que bajan por los ríos, ni mucho menos con la diáspora de desarraigados que cunden las calles y plazas de los centros urbanos. Aquí todo parece normal. Cada quien se queja desde sus adentros, y el llanto y el lamento atajados se agolpan en los pechos que se inflaman de dolor”.

Foto: Viaje en balsa por el río Sinú. Tomada por Transparencia por Colombia.  

En Tierralta el calor supera los 40 grados centígrados. Sus calles son planas, largas y polvorientas. La plaza principal está atiborrada de motos que prestan el servicio de motorratón, como le dicen, o mototaxi. Desde sus calles se alcanza a ver el filo de las serranías de Abibe y San Jerónimo. En sus valles y extensos campos a orillas del río Sinú, los campesinos cultivan arroz, plátano, yuca, papaya, maíz y cacao, y desarrollan actividades ganaderas.

Es uno de los municipios más extensos del departamento de Córdoba. Cuenta con 322 veredas, 19 corregimientos y tiene poco más de 120.000 habitantes. También se caracteriza por su riqueza hídrica, lo recorren los ríos Sinú, Manso, Verde y Esmeralda, y lo atraviesan las quebradas Tuis Tuis, Honda, Águila, del Juí y de Tay, entre otras. Además, en sus entrañas se encuentra el Parque Nacional Natural Paramillo y la Central Hidroeléctrica Urrá. 

Tierralta también carga con el peso de la historia. En esa tierra nacieron las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). La casa del paramilitarismo en el país. Allí también se selló el  Pacto de Ralito, un acuerdo secreto entre comandantes paramilitares, gobernadores, alcaldes, diputados y ganaderos de los departamentos de Sucre, Córdoba, Bolívar, César y Magdalena que, el 23 de julio de 2001, se reunieron en la finca del paramilitar Salomón Feris Chalid, alias ‘08’, ubicada en el corregimiento de Santa Fe de Ralito, y juraron crear un movimiento político nacional y “crear un nuevo pacto social y refundar la patria”. Una promesa que solo trajo destrucción y muerte.

“Salgo temprano a visitar las entidades públicas y a pedir información, qué ha pasado con esto, qué ha pasado con aquello.

Siempre vigilante

Is-ma-el, dos golpes cortos en el paladar y un seseo. Presidente de la Veeduría Ciudadana de Tierralta, y a ratos y de lejitos, el presidente de la Junta de Acción Comunal de Los Morales, un puesto que ya no ostenta por motivos de seguridad. Los días de Ismael transcurren hoy entre las letras y sus quehaceres como veedor ciudadano. Un oficio de tiempo completo que asume con completa responsabilidad. 

“Salgo temprano a visitar las entidades públicas y a pedir información, qué ha pasado con esto, qué ha pasado con aquello. Después, voy y radico derechos de petición de información y tutelas. También inspecciono las obras y cuando todo eso está saldado, me dispongo al rebusque diario”. Vive de la venta de habichuelas precocidas, de artesanías hechas con semillas de mango y totumo, y de la promoción de unos suplementos alimenticios que le llegan desde Medellín. 

Los sábados limpia su casa, lava su ropa, y pasa la tarde leyendo o fabricando sus artesanías; y los domingos se va para Los Morales a cumplir la cita de cada ocho días. Según cuenta Juan Jacobo, el octavo de sus hermanos, la familia Castellanos Guevara se reúne religiosamente cada domingo desde hace más de veinte años: “Nosotros nos reunimos a comer gallina y a mamar gallo, y eso le encanta a Ismael. Él es el que más disfruta de la reunión, le gusta jugar a las charadas un buen rato, aprovecha y pide un buen vallenato, se toma su cervecita. Es un hombre muy nostálgico, siempre está hablando de su infancia, de cuando fuimos tan felices aunque no tuviéramos nada”, cuenta. 

Ismael nunca se casó y tampoco tuvo hijos. Su hermana Eneida Judith cree que eso fue planeado. “Mi hermano desde niño supo que quería liderar y defender la comunidad, y para eso no podía tener familia. Él se quería entregar de lleno a eso y, para hacerlo bien, había que enfocarse y eliminar la posibilidad de tener quien lo llore a uno”. Sin embargo, él sí tiene quien lo llore: ocho hermanos y un padre que ya pasó de los noventa años. 

Si el oficio de veedor ciudadano se asume de la forma que lo hace Ismael, puede ser demandante, azaroso. Sus jornadas son de recibir muchas denuncias, mucha queja, “siempre hay mucho trabajo que hacer”. Sus más recientes casos de denuncia e investigación giran alrededor de dos importantes obras para el municipio, financiadas con recursos entregados a través de la figura del OCAD Paz, que nació en 2016 tras la firma del acuerdo de paz y es el órgano dentro del Sistema General de Regalías que aprueba los proyectos de inversión para los 170 municipios priorizados por ser los más afectados por el conflicto armado.La primera es la construcción de una nueva sede para el Hospital San José de Tierralta —que arrancó en 2018 y aún no termina— y la segunda es la construcción de una Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) —que inició en 2020 y debía ser entregada al año siguiente—. 

Además, hasta hace muy poco estuvo acompañando a la comunidad del corregimiento de Palmira en una denuncia ciudadana por presuntas irregularidades en la entrega de dos vías     (Palmira-Tierralta y Tierralta-Montería). 

El hospital que iba a ser de segundo nivel pero se quedó en el primero

La promesa de que Tierralta tendría algún día un hospital de segundo nivel comenzó con el médico Fabio Leonardo Otero Avilez, durante su campaña a la Alcaldía (2016-2019). Este hombre les aseguró a sus habitantes que si él ganaba las elecciones, nunca más tendrían que salir del municipio para recibir atención médica especializada. La gente le creyó y lo eligió en las urnas. Sin embargo, la promesa se quedó en un discurso de campaña, porque después de asumir su mandato, sus gestiones sólo se enfocaron en mejorar el hospital de primer nivel con el que ya contaban. 

En una de las certificaciones expedidas por la Secretaría de Desarrollo de la Salud de Córdoba, en respaldo a la construcción de la nueva sede del hospital, se puede leer con claridad que el proyecto tenía como fin construir una infraestructura no de segundo sino de primer nivel. Una obra un poco más amplia, que también les prestara servicios a los municipios aledaños de Valencia, Planeta Rica y Montelíbano. 

El hospital que iba a ser de segundo nivel pero se quedó en el primero

La promesa de que Tierralta tendría algún día un hospital de segundo nivel comenzó con el médico Fabio Leonardo Otero Avilez, durante su campaña a la Alcaldía (2016-2019). Este hombre les aseguró a sus habitantes que si él ganaba las elecciones, nunca más tendrían que salir del municipio para recibir atención médica especializada. La gente le creyó y lo eligió en las urnas. Sin embargo, la promesa se quedó en un discurso de campaña, porque después de asumir su mandato, sus gestiones sólo se enfocaron en mejorar el hospital de primer nivel con el que ya contaban. 

En una de las certificaciones expedidas por la Secretaría de Desarrollo de la Salud de Córdoba, en respaldo a la construcción de la nueva sede del hospital, se puede leer con claridad que el proyecto tenía como fin construir una infraestructura no de segundo sino de primer nivel. Una obra un poco más amplia, que también les prestara servicios a los municipios aledaños de Valencia, Planeta Rica y Montelíbano. 

Foto: Avances en la construcción del nuevo Hospital San José de Tierralta en 2021. Tomada por Elio Neiro a finales de 2021.

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Foto: Avances en la construcción del nuevo Hospital San José de Tierralta. Tomada el 5 de agosto de 2024 por Ismael Castellanos.

En otro de los documentos entregados por esta misma entidad, con la firma de Heliodoro Kerguelen Durango, entonces director del área prestadora de servicios de la Secretaría de Desarrollo de la Salud, titulado “Capacidad instalada actual y propuesta proyecto construcción Nuevo Hospital San José de Tierralta”, también queda claro que la idea siempre fue mejorar la calidad de los servicios que ya se prestaban, sin aumentar su nivel de complejidad. Por ejemplo, la sala de reanimación pasaría de tener capacidad para un paciente a dos, en lugar de cinco consultorios habría seis y se incluirían nuevos servicios como los de vacunación, atención en psicología, fisioterapia y cirugías ambulatorias. 

Algunas notas periodísticas que circularon en ese momento aseguran que durante los dos primeros años de su mandato, Otero Avilez hizo todo lo posible por conseguir los recursos necesarios para iniciar la construcción de la nueva sede de la E.S.E. Hospital San José de Tierralta, y que fue solo hasta 2017 cuando recibió respuesta de parte del Ministerio de Salud. La entidad confirmó su interés en financiar un porcentaje de los costos de la obra, e hizo énfasis en la transparencia con la que se debían manejar estos recursos. 

La primera fue que el presupuesto debía ajustarse al concepto de viabilidad del proyecto, emitido por la Subdirección de Infraestructura de Salud de esa cartera, y que el municipio debía poner los recursos que hicieran falta para culminar el proyecto. La segunda fue recordarle a la Alcaldía de Tierralta su papel como interventor de la obra —como lo exige la ley—, para lo cual fue contratado el Consorcio Interventoría Hospital San José de Tierralta, con Álvaro Luis Naranjo Otero como representante legal. “Fue la promesa más importante de mi campaña, como médico de profesión siempre he tenido la salud como mi prioridad, así lo hice saber en mi ardua campaña en cada barrio y corregimiento de mi pueblo”, le dijo entonces el alcalde a La Lengua Caribe, medio digital de Tierralta, en una noticia que titulaba que el hospital de segundo nivel ya era un hecho.

La licitación pública de la obra fue adjudicada el 7 de marzo de 2018 y el contrato por 13.572 millones de pesos fue firmado al día siguiente por Carlos Alberto Ibañez Torres, entonces director del Hospital San José de Tierralta, y Mónica Patricia Padilla Salleg, representante legal del Consorcio Tierralta Sano, encargado de ejecutar la obra. Debía estar listo en 14 meses. Para lograrlo, la Secretaría de Planeación de Tierralta aprobó un lote de dos hectáreas, ubicado entre las calles 3 y 3A con carreras 2 y 4, barrio El Paraíso. 

Frente a este contrato, Ismael tiene hoy más preguntas que respuestas. A la fecha, solo han sido cargados a la plataforma pública de contratación los documentos correspondientes a esa primera parte de la celebración del contrato, un hecho que llama la atención porque han pasado seis años desde que se adjudicaron las obras. En el SECOP I no figura ningún otro documento y las obras nuevas están a medias. En los últimos años, Ismael se ha acercado a la gerencia del hospital para preguntar por el retraso de la obra, y ha solicitado vía derecho de petición que le compartan más información sobre el proceso. Pero solo han llegado respuestas vagas y sin sustento. 

Su última comunicación con el hospital fue el 30 de agosto de 2023. La entonces gerente del Hospital San José de Tierralta, Helianta Calle Fernandez, respondió de manera escueta la solicitud de información de Ismael, en la que pedía un informe detallado sobre los avances de la obra, los motivos de las constantes suspensiones y el momento en que se reanudarían las labores. Calle Fernandez respondió, asegurando que hasta el momento las obras tenían un avance “de un 84% físico y un 82% financiero”; que la obra había sido “suspendida desde el 2 de julio de 2023 por retrasos de los materiales”, pero que retomarían “la primera semana de septiembre” de ese mismo año. Además, señaló que la fecha de entrega del nuevo hospital estaba “sujeta a los reportes de los proveedores en el reinicio” de la obra. 

Elio Neiro, compañero de luchas de Ismael y también miembro de la Veeduría de Tierralta, ha seguido de cerca el proceso de construcción del nuevo hospital para su municipio. No solo se ha acercado al despacho de la gerencia del hospital, también ha acudido a la Secretaría de Obras Públicas. A su juicio, este es el típico caso de un “elefante blanco, un gran bloque horizontal pintado todo de color blanco, a medio hacer y por el que nadie responde”. 

En marzo de 2024, Ismael, Elio y varios miembros de la comunidad aprovecharon una de las visitas que hizo el ministro de Salud Guillermo Alfonso Jaramillo a Tierralta, para hablarle de los retrasos y sobrecostos de esa obra. La gente recuerda que, tras unos minutos de inspección, el ministro manifestó la necesidad de liquidar la obra y coincidió con todos ellos en que la alcaldía, como entidad encargada de supervisar la ejecución del contrato, había fallado en el proceso. Ante tales señalamientos, VORÁGINE intentó ponerse en contacto con Roder Ramos, secretario de Gobierno del municipio, pero hasta la publicación de esta historia no habíamos recibido respuesta. 

Para Jaramillo, esta obra se había convertido en “una vaca lechera” con la que había que acabar pronto. “Aquí llegan y exprimen y exprimen y adicionan y adicionan y nunca terminan, cuando la necesidad es supremamente importante”, dijo. Ese día también se comprometió con la comunidad de Tierralta a buscar alternativas para terminar por fin esa infraestructura, pues hace parte de los compromisos adquiridos por el Gobierno Nacional para fortalecer el sistema de salud de los colombianos. 

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