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Historia 4

Defensores de Cartagena: El valor de la veeduría ciudadana contra la corrupción

Historia 4
Defensores de Cartagena: El valor de la veeduría ciudadana contra la corrupción
Esta historia hace parte de #25HistoriasDeEsperanza de Transparencia por Colombia. Esperanza de cambio en contra de la corrupción.

Fotografía: Revista Metro

“De no ser por la gestión que vienen adelantando la Corporación Cartagena Visible y el Movimiento Ciudadano Frente Contra la Corrupción, así como los veedores Jorge Piedrahíta y Milciades Garcés”, afirmó William Murra Babún mientras entrelazaba los dedos cómo en señal de súplica, “a estas horas las murallas, el Cerro de la Popa y hasta las playas ya habrían sido vendidas”. 

Y es que, cuando se refería al control social que entre 1999 y 2011, con valerosa determinación, se ejercía en Cartagena a los entes del Estado, Murra Babún no tenía sino palabras de elogio para con las veedurías ciudadanas.

“De no ser por la gestión que vienen adelantando la Corporación Cartagena Visible y el Movimiento Ciudadano Frente Contra la Corrupción, así como los veedores Jorge Piedrahíta y Milciades Garcés”, afirmó William Murra Babún mientras entrelazaba los dedos cómo en señal de súplica, “a estas horas las murallas, el Cerro de la Popa y hasta las playas ya habrían sido vendidas”. 

Y es que, cuando se refería al control social que entre 1999 y 2011, con valerosa determinación, se ejercía en Cartagena a los entes del Estado, Murra Babún no tenía sino palabras de elogio para con las veedurías ciudadanas.

Durante esos años el país vio, estupefacto, cómo en la Ciudad Heroica resultaron presos un alcalde, un contralor, un personero, el rector de una universidad y decenas de funcionarios de primer nivel; y cómo en la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría debía trabajarse a un desaforado ritmo por el alto número de denuncias, quejas y demandas que presentaban los veedores.

Pero también, gracias al ejercicio del control social de algunas veedurías ciudadanas, en esos más de diez años hubo ‘ruidos’ por presuntas irregularidades en la construcción del emisario submarino, en el cobro de las tarifas de ciertos servicios públicos, en la entrega en concesión de una vía y en la formulación o ejecución de varios programas y proyectos, entre ellos la constitución de Mercabastos y los llamados ‘Sisbenizados fantasmas’ y las ‘becas escolares fantasmas’.

Además, hubo decenas de escándalos por un rosario de convenios interadministrativos suscritos por el Distrito de Cartagena con la Empresa de Desarrollo Urbano de Bolívar -Edurbe, lo que conllevó a que, tras los respectivos procesos, varios de sus gerentes y otros funcionarios fueran condenados penalmente.

Hasta un fallido intento hubo en esos años por incrementar injustificadamente la tarifa y, paralelamente, obtener la concesión del alumbrado público “aportando solo la cédula de ciudadanía”, como habría de recordar Murra, quien para ese entonces era el gerente general de QBM2, la empresa interventora de dicho servicio.

¡Claro que lo recuerdo!,

aseguró el exdirigente gremial cuando yo, 22 años después de acaecido, le pregunté sobre ese caso; “tú lo narraste muy bien en una de tus publicaciones. Fue un intento de expoliación contra el bolsillo de los cartageneros que afortunadamente pudimos evitar; se pretendió incrementar las tarifas del alumbrado público en cerca del 102%, a pesar de que todos los cálculos llevaban a la conclusión que se requería solo de un 50%. En eso nos fajamos todos; hasta el Consejo Gremial de Bolívar. El ‘secretario de negocios’ se quedó viendo un chispero; tú lo narraste”, exclamó el ingeniero electricista al tiempo que soltaba una sonora carcajada. 

Fotografía: Revista Metro

No obstante, los veedores ciudadanos, los dirigentes cívicos y comunales y los periodistas que, como yo, cubrimos la Administración Pública, tenemos razones suficientes para preferir de fuente de consulta a un hombre como él, que habla duro cuando debe hablarse duro, pero siempre es sincero, vertical y frentero. 

Y, justamente, fue ello lo que terminó convirtiendo a William Murra en asesor ad honorem de varias de las más reconocidas veedurías ciudadanas de Cartagena, y en general de todo aquel que desde cualquier escenario busque hacer control social y, incluso, político.

“Los primeros que me consultaron sobre temas que querían investigar fueron Jorge Piedrahíta y Milciades Garcés, que en paz descansen”, respondió Murra a una pregunta sobre cómo fue el inicio de esa estrecha relación que ha tenido con varios veedores; “recuerdo que la primera inquietud que me plantearon fue sobre el emisario submarino. A ellos les parecía que la solución planteada por Acuacar: llevar los residuos sólidos de las aguas servidas a 20 kilómetros mar adentro, en cercanías de Arroyo de las Canoas, atentaba contra el medio ambiente y la pesca de los pobladores. Yo estudié técnicamente el tema y las conclusiones fueron las mismas. Los veedores tenían la razón, y eso lo supo todo el mundo, pero como en Cartagena ha existido siempre el silencio cómplice de ciertas autoridades y algunos dirigentes gremiales, el proyecto terminó ejecutándose y allí están las consecuencias”.

Al preguntarle cuál de los diversos casos en los que tuvo la oportunidad de asesorar a veedores le pareció más importante, William Murra guardó silencio durante casi un minuto, abriendo y cerrando las manos como en una suerte de fisioterapia, tras lo contestó: “mira, así como es corrupto quien roba mil millones de pesos en un amañado proceso licitatorio, así lo es quien se enriquece poco a poco, de grano en grano, como una vulgar la gallina, mediante el expediente de ordenar compras innecesarias para obtener el beneficio de groseros sobrecostos; y así mismo pasa con los casos investigados. La importancia no es el monto ni el nivel de los funcionarios involucrados”. 

“Pero, bueno, si me insistes en que te diga unos solo, yo creo que habría que analizar los casos de Edurbe. En un solo año, y eso, recuerda, fue un escándalo nacional, la Alcaldía transfirió más de $156 mil millones a Edurbe, aprovechando las bondades para robar que ofrece la legislación de los convenios interadministrativos, y desaparecieron $40 mil millones que nadie sabe en dónde están. Y, sí, hubo fallos fiscales, disciplinarios y penales, pero que realmente no resarcieron los daños causados”, recalcó.

“Mira, ya estoy harto, aburrido, cansado de la inoperancia de fiscales, jueces, procuradores y auditores”

“Pero hay otros casos, y de esos deberías acordarte también”, prosiguió Murra; está el de la Concesión Vial y la famosa TIR que se había cumplido ya y, sin embargo, siguieron cobrando peajes hasta cuando, por fin, un laudo arbitral los obligó a dar por terminado el contrato para el mantenimiento del Corredor de Carga. Y están otros que involucran a Acuacar, entre ellos el que probó que esa empresa cobraba contribuciones para subsidios por encima de lo autorizado por el Concejo, lo que llevó a la Superintendencia de Servicios Públicos a ordenarle la devolución de más de $22 mil millones entre 2016 y 2017, en 16 cuotas iguales”. 

De habérselo permitido, William Murra, ese exitoso empresario que, con 75 años cumplidos, aún trota largos trechos todas las tardes por el parque lineal que bordea la Bahía de Cartagena, y cada fin de semana los dedica a jugar con los nietos, hubiera seguido enumerando los hechos de corrupción que, con su respaldo aunque a veces en la sombra, fueron documentados ante los entes de control.

Y lo habría hecho con lujo de detalles: los montos comprometidos, las entidades involucradas, los responsables directos e indirectos; hasta los eventuales cómplices en varios de los casos, porque, eso sí, si hay algo que aún mantiene intacta es su excelente memoria. 

Y, cómo no, su disposición a decirle ‘al pan, pan, y al vino, vino’, lo que refrendó cuando, al preguntarle en qué andaba en los últimos días, contestó que “todavía luchando contra los sinvergüenzas, vagabundos e hp… del gobierno anterior, que continúan masacrando a los costeños con las altas tarifas de energía”.

“Mira, ya estoy harto, aburrido, cansado de la inoperancia de fiscales, jueces, procuradores y auditores”, agregó; “ya no asesoro a ningún veedor, ni intervengo en casos de corrupción, pero al lado de Eduardo Ugarriza, Héctor Pérez, Érick Urueta y David López, al igual que del alcalde, seguiré defendiendo a los usuarios del servicio de energía y exigiéndole al Gobierno Nacional que actúe, porque si no en cualquier momento podría haber un estallido social”. 

“Ahí estás pintao, viejo Billy”, expresé, con voz imperceptible, convencido de que no me había escuchado; “tú estás seguro que si no hubiera sido por Jorge, por Milciades y otros veedores ya se habrían robado hasta la Torre del Reloj. Pero no, viejo Billy. Has sido tú el imprescindible; el que realmente logra que, a pesar de tanta delincuencia, aún haya esperanza. Tú eres el ejemplo a seguir; la verdad es que, si no hubiera sido por ti, hasta el Camellón de los Mártires hubieran escriturado”.   

Conoce la historia en Revista Metro

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