En agosto de 2021, en una casa residencial del barrio San Luis de la Calera en Medellín, se gestó una reunión que cambiaría el rumbo de varios funcionarios públicos de la ciudad. Bajo la mirada de María del Pilar Rodríguez, directora en esa época de la Unidad de Niñez, se desplegó un ambicioso proyecto político presionado por la alcaldía de Medellín: alcanzar la Presidencia de Colombia en las próximas dos décadas. Sin embargo, la entrada no era gratuita; se solicitaba a los presentes contribuir mensualmente con sumas que oscilaban entre los $20,000 y los $200,000.
Para algunos, este era un llamado a la acción política; para otros, una carga financiera difícil de justificar éticamente. Las presiones desde la alcaldía no se hicieron esperar. A finales de septiembre de 2021, la directora de la Unidad de Niñez recibió la dolorosa noticia: debía abandonar su puesto, alegando una falta de afinidad política con la administración vigente.
Pero la historia no terminaría ahí. Impulsada por un sentido de justicia y la convicción de que la corrupción no debe ser tolerada, María del Pilar decidió tomar medidas. A finales de septiembre de 2022, inició su proceso de denuncia con la ayuda del Centro ALAC (Asesoría Legal Anticorrupción) de Transparencia por Colombia.
Juntos, presentaron ampliaciones de queja y denuncia que detallaban los presuntos actos ilícitos cometidos en esa reunión crucial. Luego de un proceso de denuncia, en mayo de 2024, la Procuraduría General de la Nación emitió pliegos de cargos contra varios funcionarios involucrados en el caso.
Este paso marcó un hito en la lucha contra la corrupción, mostrando que ningún acto de mala fe debe quedar impune. El caso no solo representó un desafío legal, sino también un testimonio del poder de la colaboración ciudadana y organizativa en la promoción de la transparencia y la integridad pública.
“De no ser por la gestión que vienen adelantando la Corporación Cartagena Visible y el Movimiento Ciudadano Frente Contra la Corrupción, así como los veedores Jorge Piedrahíta y Milciades Garcés”, afirmó William Murra Babún mientras entrelazaba los dedos cómo en señal de súplica, “a estas horas las murallas, el Cerro de la Popa y hasta las playas ya habrían sido vendidas”.
Adriana lleva doce años enseñando en la Universidad Javeriana de Bogotá sobre responsabilidad social corporativa y relaciones públicas. La confianza, la coherencia y la autenticidad son los pilares de sus clases, pero también de su vida. Ella lo dice y sus estudiantes también lo ven: “Adriana siempre es la misma: desde su vida profesional hasta su vida personal. Esta coherencia da confianza”.
La puerta de la casa de Jamie Judy Paternina Pereira es azul, de un tono profundo que recuerda al cielo justo antes del amanecer. Es un contraste llamativo con la vegetación que rodea su hogar en Tierra Alta, un municipio marcado por la violencia, pero también por la esperanza. A sus 35 años, Jamie ha visto y vivido cosas que muchas personas no podrían imaginar. Su historia, sin embargo, no es solo de dolor, sino de resistencia y transformación.
