“El líder no se hace, nace”, es la convicción de Harvey Prado. Cuando era un niño tuvo que abandonar Puerto Libertador porque su mamá no podía mantenerlos a él y a su hermanos. Hace 21 años regresó con un propósito: incentivar a los campesinos y a los jóvenes a que hagan valer sus derechos. Para él el futuro del país está en ellos, en “aquellos que se doblan en dos en dos, en el monte de sol a sol en esos campos sembrando, fumigando, arando para cultivar el pancoger”. Las amenazas que recibe o como él dice, “los intentos de cortarle las alas” por tratar de mejorar la vida del campesinado, antes que amedrentarlo son un incentivo para seguir trabajando.